Época: Arte Antiguo de España
Inicio: Año 150 A. C.
Fin: Año 350

Antecedente:
El arte funerario hispanorromano

(C) Lorenzo Abad Casal



Comentario

Las tumbas en forma de cámara excavadas en la roca tienen su mejor exponente en la necrópolis de Carmona (Sevilla), descubierta a finales del siglo XIX y que hace algunos años un estudio de M. Bendala puso de nuevo en valor. Se trata de una necrópolis de cremación, constituida por un conjunto de cámaras subterráneas excavadas en la roca, con nichos para colocar las urnas cinerarias. A casi todas las tumbas se accede o bien por un pozo vertical con unos huecos en las paredes que sirven para apoyar pies y manos y facilitar el descenso, o bien, más raramente, a través de una escalera inclinada. Al final de esta bajada, una puerta da acceso a la cámara propiamente dicha o a un vestíbulo al que pueden abrirse varias cámaras. Estas son de planta rectangular y tienen un banco corrido a lo largo de las paredes sobre el que se abren los nichos; el conjunto se revistió en ocasiones con un enlucido de mortero y cal, y a veces fue decorado con pinturas. Un conducto vertical, que perforaba el techo y comunicaba con la superficie, constituía el único nexo de unión entre los vivos y los difuntos; a través de él debían llegar las libaciones y las ofrendas que permitían mantener su individualidad.Pero junto a estas simples tumbas hipogeas existen también otras, mucho más ricas y lujosas, que comparten con aquéllas su carácter subterráneo, pero que muestran una mayor monumentalidad. Una de ellas es la llamada Tumba del Elefante, que debe el nombre a una pequeña escultura recuperada en su interior. Por una empinada escalera se accede a un área trapezoidal, con un pasillo en su centro y dos amplios espacios sobreelevados a cada lado; en este lugar aún son visibles dos triclinia, esto es, los lugares donde se celebraban los banquetes funerarios, labrados en la propia piedra del cerro; a él se abren también una pequeña cámara de planta trapecial con vestigios de un banco y de una escultura del dios Atis, un pozo y un estanque, relacionados con un nicho presidido por el relieve de un personaje velado. Al fondo existen tres cámaras: una central, de planta rectangular, con un nuevo triclinio, otra septentrional, que es la verdadera cámara funeraria, y una tercera meridional, posiblemente una cocina; las dos primeras se encuentran comunicadas entre sí, de forma que desde la cámara principal resultaba visible la escultura de un elefante que aparecía en un lateral de la cámara funeraria. Manuel Bendala, el estudioso de este monumento, considera que más que de una tumba propiamente dicha se trata en realidad de un santuario del culto de Cibeles y Atis, que propugnaba para sus adeptos la creencia en la inmortalidad; con ello hay que relacionar la aparición de los relieves del dios Atis y de un sacerdote de Cibeles, así como de una piedra cónica que podría tratarse de un betilo, símbolo y representación de la propia diosa.
Según Bendala, el triclinio de la cámara principal sería en realidad un santuario metroaco, en el que los seguidores de la divinidad se reunirían en las solemnidades correspondientes; durante el solsticio de invierno, el día 25 de diciembre, el sol del amanecer penetra en el interior de la cámara por un tragaluz abierto sobre la puerta de entrada y se proyecta contra la pared trasera, donde posiblemente existió un relieve alusivo a la divinidad. La tumba no sería por tanto una tumba cualquiera, sino que estaría en relación con el culto de Atis y Cibeles, sirviendo de santuario al mismo tiempo que de tumba, a los adeptos de este culto.

La otra gran tumba de la necrópolis, la Tumba de Servilia, proporcionó inscripciones, esculturas y decoraciones arquitectónicas, como cabría esperar en una tumba romana. Es la menos hipogea de todas las de Carmona, aunque sus cámaras funerarias se encuentren talladas en la roca. El edificio se articula alrededor de un amplio peristilo descubierto y porticado, con dos hileras de columnas en tres de sus laterales y una sola en el cuarto. Aquí, una segunda hilera de semicolumnas adosadas al muro delimitan una amplia galería hipogea. Desde ella, un pasillo lleva a un recinto de planta circular que sirve de vestíbulo a una pequeña cámara funeraria. La tumba contaba con un segundo piso dotado de diversas cámaras que debían albergar servicios de la tumba. Esta conserva aún interesantes pinturas.